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Sergio Pitol retorna al panorama editorial con su autobiografía soterrada

Por Celia Álvarez




Sergio Pitol retorna al panorama editorial con una autobiografía en cuyas páginas demuestra ser hijo de todo lo visto y lo soñado, pero también de la literatura misma. Partiendo de un sincero encuentro con su memoria particular, quien es considerado uno de los más grandes autores en lengua castellana franquea una puerta hacia su mundo íntimo, retomando textos significativos que le permiten al lector sumergirse en los entresijos de su proceso creativo y descubrir, tras la doble portada del volumen, que hay muchos jirones de su propia vida cautivos en las páginas escritas a lo largo de más de medio siglo de ejercicio literario.

En el libro intitulado Sergio Pitol. Una autobiografía soterrada (ampliaciones, rectificaciones y desacralizaciones), publicado por Editorial Almadía en su colección Mar Abierto, el Premio Cervantes 2005 delimita su horizonte actual mediante oscilaciones hacia el tiempo pretérito y examina todos aquellos recuerdos, viajes y personas que conformaron su estilo: el primer periplo en barco, la escala en La Habana que le deparó una noche alucinante, el influjo de la fiesta, su interés por ambientes e historias familiares, la escritura de sus novelas durante el extenso exilio europeo, su pasión por las zonas oscuras y los seres excéntricos.

A lo largo de 133 páginas, el genial hombre de letras nacido en 1933 revela en cuatro relatos y una conversación con Carlos Monsiváis los mecanismos internos de una obra plena de misterios, en la cual no es extraño que se transforme en el protagonista de sus propias historias. Se trata de un viaje fascinante hacia la intimidad que evidencia sensaciones tempranas, reminiscencias de la infancia, crisis decisivas, hechos y memorias que acicatearon su imaginación y lo motivaron a crear grandes obras, imposibles de imitar por la originalidad de su factura.

El libro inicia con la crónica de un viaje a La Habana que el autor emprendió para someterse a un tratamiento médico. Durante su visita a un restaurante que conoció la primera vez que estuvo en Cuba, en 1953, comienza a recordar los acontecimientos que determinaron el desarrollo de su proceso creativo. “Y así, en una mesa de La Zaragozana, me fue dado asistir a esas antiguas imágenes de mi vida, encapsuladas en los desvanes del subconsciente, algunas, pocas, muy claras, otras borrosas o truncas que sólo dejaban percibir mínimos detalles, ecos de ecos de algo informe que aún no puede desprenderse de las sombras”, narra en la página 34.

En la segunda parte, revisando el material para sus Obras Reunidas se descubre, atónito, en lo creado. “En todo lo que he escrito: cuentos, novelas, crónicas, hasta en ensayos, me presento por todas partes, durante más de cincuenta años de escritura. No hay nada allí que no esté extraído de los archivos de mi vida: espacios, personajes, un niño huérfano a los cuatro años largamente postrado por la malaria, un ingenio azucarero cercado por una selva tropical, las primeras lecturas, Verne, Twain y Stevenson, la avidez por los viajes; de repente y como milagro surgió la salud, un aventurero, un adolescente que sólo se siente bien en círculos de excéntricos, un anarquista, cercano del budismo tibetano, luego el escritor, los festejos, los más terribles desastres, los premios, la vejez. ¿Cómo entonces, de nuevo, sería invisible?”.

En la tercera parte de este volumen, donde alterna relato y ensayo, Pitol comparte sus reflexiones acerca de las señales de su cuerpo narrativo, la construcción de los personajes y diálogos, entre saltos al pasado que desvelan diversas circunstancias que forjaron la trama de sus novelas y relatos. Y la cuarta parte, a la que titula “Salvo el instinto lo demás son minucias”, habla del Ars Poetica del narrador, enumerando los autores y obras que enriquecieron su imaginación, finalizando con la definición de su objetivo como creador: “Escribir ha sido para mí, si se me permite emplear la expresión de Bajtín, dejar un testimonio personal de la mutación constante del mundo”.

El libro Sergio Pitol. Una autobiografía soterrada (ampliaciones, rectificaciones y desacralizaciones) se halla a la venta en la Editorial de la Universidad Veracruzana, ubicada en el número 9 de la calle Hidalgo, en el centro capitalino. El precio de este texto eterno, que complementa una valiosa bibliografía, es de 160 pesos. Si la creación literaria es la expresión privilegiada de lo humano, leer la autobiografía de Pitol es un lujo para los seguidores de su obra y un regalo para quienes desean conocerla. En ella descubrirán al hombre de buena conciencia que mora tras el escritor de fértil imaginación, aguda sensibilidad e inteligencia social que demuestra que la literatura es la mejor herramienta para comprender la existencia.

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Andar: los objetos desterrados de las cajas profundas de un poeta

Por Celia Álvarez



Pasa en mí / tus edades confinadas / espina de desierto extraordinario / amada humillación / dolencia / ¿Cómo callar la piel a la palabra y desmejorar tus resonancias deseadas? / ¿Cómo dignificar las cegueras que llenan tus vacíos inexorables? El poema intitulado “1979” fue escrito por el joven poeta xalapeño Diego Salas un año antes de obtener la beca del Programa de Intercambio de Residencias Artísticas para Québec, que le otorgó el Fonca en 2005. Entonces solamente fantaseaba con que algún día iba a ganar el dinero suficiente para poder viajar a Canadá, encontrar a la persona a quien le escribió ese texto y entregárselo personalmente.

La beca le permitió dedicar algunos meses a concluir la escritura de un libro, durante una inmersión cultural en el país anfitrión; ello, gracias a un conjunto de textos motivados por “1979”, al que le guarda especial aprecio. El resultado de esta aventura es el poemario Andar, recién publicado por la Editorial de la Universidad Veracruzana (UV) como parte de su colección Ficción Breve y que contiene una serie de poemas —en los que estuvieron involucrados muchos potenciadores emocionales, desde una muchacha quebequense hasta el bombardeo en el Líbano — que escribió casi siempre de madrugada, en un pequeño café cercano a su domicilio donde permanecía hasta las ocho de la mañana, hora en que se iba a dormir.

En realidad lo que silencia es la palabra / se calla / quema / habita o bebe de los molinos que no giran / dan sombra a la guerrilla / o certeza sin perro dueña de la tregua que embargan las cosas importantes. / Hay hielo en las banquetas y todo el horror en la memoria desfila calle abajo / yo digo que así suenas en mis huesos / pero el poema responde no / es sólo lluvia. “Bus” es uno de sus poemas favoritos, aunque confiesa que le resulta difícil saber cuál prefiere, porque a veces uno le gusta más que otro. “Hay, sin embargo, unos que tienen que ver con una autopoética que, hasta ahora, es lo que más eco ha dejado en mí”, explica. En ese sentido, uno de sus predilectos es ‘Bus’ —“a muchos les parece que habla de otra cosa, porque el poema siempre habla de una cosa con el lector y de otra con el autor…”—, con el que se cierra el poemario y con el que, asevera, esclarece sus límites entre la salud mental y la salud artística.

Escribe por lo menos una línea cada día, siempre sobre una servilleta: es su fetiche. En una ocasión, al salir del café con destino a una estación del metro, extravió el pañuelo de papel donde acababa de crear un texto. La situación lo consternó, corrió hasta su departamento e intentó recordarlo, pero no pudo reproducirlo íntegramente, y decidió hacer otra versión, pensando, atormentado, que nunca iba a saber qué había ocurrido exactamente en su cabeza cuando llenó la servilleta original. Una semana después, en un parque, se detuvo para atar las agujetas de su calzado y, al bajar la vista, encontró la servilleta perdida; transcribió el texto sin modificación alguna, porque no se atrevió a hacerle tal ofensa a su maravillosa cadena de coincidencias, y aparece tal cual en Andar, poemario que describe como “una comunidad donde cada poema es un individuo que, al estar unido a los demás, configura un solo ente diverso y amplio”.

En otros asuntos la pluma / detiene sus mordidas cuando / halla lo que le falta a la poesía. Empezó a escribir poemas a los 13 años de edad. Pero, ¿qué misterios entraña la inspiración de un poeta? Para Diego, lo primero es sentir el discurso interior, para codificarlo y transmitirlo. “El problema con el arte es que no se subordina a procedimientos lógicos; por ello no existe un manual de cómo hacer una buena obra de arte. Al no existir ese proceso lógico, hay que recurrir a la cuestión emocional. Necesito leer un texto que me genere ‘algo’, lo uso como catalizador del mundo y trato de transformar alguna idea en una expresión estética”. El asunto no es sencillo, por supuesto: “Escribir poemas así nada más, no… Escribir un poema respetable, eso sí cuesta, y mucho”.

Diego vive de la música y halla una analogía interesante entre el músico de jazz y el poeta: “En ambos casos, el receptor jamás tendrá la plena certeza de lo que estás haciendo; por ejemplo, en un solo de jazz ocurren cosas impredecibles a cada momento y el músico tiene que valerse de su sentido común para ir eligiendo, de entre muchas posibilidades, lo que mejor quede en ese momento. En la poesía sucede algo parecido: uno se formula una idea, realiza el primer verso, que sirve de pie para el poema completo, y más adelante, al tercer verso, te encuentras con que ‘hace ruido’ cuando se lee en sucesión con el primero; entonces hay que ver qué se modifica, qué se sacrifica de un verso en particular para que la totalidad quede lo mejor posible”. He ahí la clave de su proceso creativo.

El poemario Andar, de Diego Salas, donde el lector podrá encontrar “engendros estéticos exóticos y particulares”, se puede adquirir en el Servicio Bibliográfico Universitario, situado en Xalapeños Ilustres 37; en la Feria Permanente del Libro Universitario, de Hidalgo 9, y en librerías comerciales. Más novedades editoriales de la UV, en la página www.uv.mx/corre y en el programa Oye, lee y dile, que transmite Radio UV en el 1550 AM, los martes, de 18:00 a 19:00 horas.


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libro España 1937. Memorias
Reedita la UV memorias de la guerra escritas en Xalapa por Lini de Vries

Por Celia Álvarez




A siete décadas de la culminación del acontecimiento más traumático de la historia española contemporánea, la Universidad Veracruzana (UV) celebra el legado del exilio de ese país a nuestra cultura con la reedición del libro España 1937. Memorias, redactado en 1949 por la estadounidense Lini M. de Vries durante una residencia temporal en Xalapa, invitada por el entonces rector Gonzalo Aguirre Beltrán para capacitar a alumnos de antropología en materias relacionadas con la salud pública y para colaborar en el establecimiento de la Escuela de Verano para Estudiantes Extranjeros, espacio universitario que perdura hasta nuestros días.

El volumen, publicado por primera vez en 1965, narra la experiencia de De Vries como enfermera voluntaria en la Guerra Civil española, formando parte del grupo comandado por el cirujano neoyorquino Edward Barsky, quien al estallar el conflicto bélico se unió a otros médicos progresistas para crear la Oficina Médica Estadounidense para Ayudar a la Democracia Española (AMB, por sus siglas en inglés), con el objetivo inicial de recaudar fondos para suministrar material médico y ambulancias a la República sitiada; posteriormente, al ver que las necesidades eran mayores y hacía falta personal sanitario profesional, reclutaron médicos, enfermeras y conductores de ambulancias —todos ellos simpatizantes de la política de izquierdas, idealistas y comprometidos con las luchas de los desfavorecidos— para servir en España.

El primer grupo de tres sucesivos, que en total sumaron unas 120 personas —la mitad de ellas mujeres, en su mayoría descendientes de judíos llegados a Estados Unidos hacía algunas décadas— salió de Nueva York en el buque Ile de France el 16 de enero de 1937, el mismo año en que arribaron a México los Niños de Morelia; los voluntarios, entre los que se encontraba la autora de España 1937. Memorias, llegaron a Barcelona y luego se trasladaron a Albacete, brindando sus servicios en el frente del río Jarama, donde los republicanos defendían la capital española, y más tarde establecieron un hospital de campaña en la escuela municipal de la localidad toledana de El Romeral, cuando la batalla al sur de Madrid se hallaba en su máximo auge, instalándose definitivamente en la antigua residencia de los Borbón, cerca de Castillejo, convertida en un hospital con 300 camas que Lini M. de Vries organizó en tan sólo unos días.

Allí permaneció la autora de esta biografía hasta los últimos días de abril cuando, ante la derrota inminente de los republicanos en la batalla de Ebro, el doctor Barsky, en un intento inútil por resistir la caída, le pidió regresar a su patria en busca de más apoyo, suministros médicos y personal capacitado, cumpliendo la encomienda al recorrer varias ciudades para reclutar a otros voluntarios. En diciembre de 1949, Lini se exiliaría en México en calidad de refugiada de esta guerra, huyendo del macartismo —acusada de “antifascista prematura” y marcada por el estigma comunista— y aquí permaneció dos décadas, primero en Cuernavaca, donde ejerció como enfermera y maestra particular de inglés, y luego en Veracruz, donde participó en la Comisión del Papaloapan, programa gubernamental para impulsar el desarrollo de esa región asolada por la pobreza y las enfermedades, dedicándose a la práctica y enseñanza de la medicina preventiva.

Antes de la guerra, De Vries trabajó en Nueva York con la conocida feminista y activista Margaret Sanger, y era una de las mujeres más politizadas de la AMB, lo cual la motivó a ayudar a las españolas en la lucha por sus derechos. Cuando las trabajadoras del hospital le expresaron su deseo de aprender a leer y escribir, convocó a una reunión de representantes de los heridos de todas las brigadas, explicándoles que debían poner manos a la obra para hacer frente a la enorme cantidad de quehaceres diarios, de modo que aquellas jóvenes pudieran disponer de algunas horas para recibir clases. Así, los estadounidenses se inscribieron voluntarios para lavar, limpiar y cocinar, y los españoles comenzaron a seguir su ejemplo, imitándolos después cientos de miembros de diversas brigadas, cumpliéndose el deseo de aquel grupo de mujeres que ansiaban dar un pequeño paso inicial para confrontar la dominación masculina.

De todo ello da cuenta este libro, cuyo preámbulo detalla las dificultades que marcaron la vida de De Vries durante su niñez y juventud, y el giro que dio su existencia cuando, a los veinte años de edad, decidió abandonar las fábricas de hilados, comenzar a estudiar enfermería e incursionar como profesionista en el sector de la salud pública, siempre comprometida con los menos favorecidos. Nacida en Nueva Jersey en 1905, de padres holandeses y lejana descendiente de sefardíes, Lini pasó a la historia como una de las primeras mujeres del mundo que decidieron ofrecerse como voluntarias en las guerras de otros países, aunque para cumplir tal misión tuvo que dejar en su patria a una hija pequeña, al cuidado de sus familiares, debatiéndose entre el sentimiento de culpabilidad y su amor al servicio. Merced a su valiosa labor humanista en la región del Papalopan le fue concedida la ciudadanía mexicana en 1962 por decreto presidencial, retornando en 1970 a su país, donde falleció 12 años después, dejando como legado varios libros, entre ellos El sótano, editado por la UV en 1959.

La Guerra Civil, que dejó como saldo un millón de pérdidas humanas, comenzó el 17 de julio de 1936 en Melilla, ciudad española situada en el norte de África, donde un grupo de militares se rebeló contra el gobierno de la Segunda República; después se alzaron otros jefes militares que mandaban tropas en la península, fracasando el levantamiento en las principales ciudades y convirtiéndose la rebelión en un conflicto sangriento que duró tres años. España quedó dividida en dos zonas: una controlada por el gobierno republicano y otra por los sublevados, que formaron su propio gobierno bajo el mando de Francisco Franco, apoyados por la Alemania de Adolfo Hitler y por Italia, regida por Benito Mussolini. La ofensiva franquista definitiva tuvo lugar durante febrero y marzo de 1939, y finalmente las fuerzas republicanas fueron derrotadas en las zonas centro y sur de España, culminando la guerra el primero de abril. Entonces comenzó la represiva dictadura que mantuvo a Franco en el poder hasta 1975.

El libro España 1937. Memorias, traducido del inglés por Carlo Antonio Castro, y cuya edición estuvo al cuidado de Nina Crangle, quien es también la autora del texto introductorio, forma parte de la legendaria serie Ficción e incluye en esta segunda edición valiosas imágenes fotográficas pertenecientes a las colecciones de las universidades de Harvard y Nueva York. Se puede adquirir en la Feria Permanente del Libro Universitario, de Hidalgo 9; en el Servicio Bibliográfico Universitario, de Xalapeños Ilustres 37, y en librerías comerciales. Aquellas personas interesadas en conocer las novedades editoriales de la UV pueden consultar la página www.uv.mx/corre y escuchar los martes, de 18:00 a 19:00 horas, el programa Oye, lee y dile, que transmite Radio Universidad Veracruzana en el 1550 AM.


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