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“Las palabras han quedado en reposo… ha muerto Alí Chumacero”



Por Celia Álvarez




Las redes sociales fueron las primeras en hacerse eco de la triste noticia. Diez minutos antes de la medianoche de este viernes, Consuelo Sáizar Guerrero, directora del Conaculta, anunciaba en su cuenta de Twitter: “A las 21:00 horas, en la Ciudad de México falleció Alí Chumacero”, para añadir poco después: “Las palabras han quedado en reposo; a la edad de 92 años ha muerto Alí Chumacero, el poeta, el editor, el guardián de las palabras” y completar la información con un tercer mensaje: “El velorio será en Gayosso Sullivan, y posteriormente en Bellas Artes le ofreceremos un homenaje de cuerpo presente”, finalizando con una sentida frase: “A la familia Chumacero, a mis paisanos de Acaponeta, de Nayarit, mi más profundo pésame”.

Acto seguido, el Fondo de Cultura Económica, donde el ilustre hombre de letras aportó su valiosa labor durante décadas, y que actualmente dirige Joaquín Díez-Canedo Flores, exponía en su TimeLine: “Lamentamos profundamente el fallecimiento de Alí Chumacero, poeta, autor, editor y figura clave en la historia del FCE”, organismo cultural para el cual corrigió, entre cientos de obras, el Pedro Páramo de Juan Rulfo.

Nacido en Acaponeta, Nayarit, el 9 de julio de 1918, Alí Chumacero perteneció al grupo de autores que fundaron la revista Tierra Nueva, dirigiendo la publicación desde 1940 hasta 1942. Redactor de la revista El Hijo Pródigo y de México en la Cultura (suplemento de Novedades), así como director de Letras de México, Chumacero Lora fue becario de El Colegio de México en 1952 y del Centro Mexicano de Escritores entre 1952 y 1953, así como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua desde el año 1964.

Publicó tres colecciones de poesía: Páramo de sueños (1940), Imágenes desterradas (1948) y Palabras en reposo (1956); un compendio de ensayos: Los momentos críticos (1987) y un disco donde recita sus obras: En la orilla del silencio y otros poemas (1997), recibiendo por su trayectoria como poeta numerosos galardones entre los que sobresalen el Premio Xavier Villaurrutia (1984), el Premio Internacional Alfonso Reyes (1986), el Premio Nacional de Lingüística y Literatura (1987), el Premio Estatal de Literatura Amado Nervo (1993) y la Medalla Belisario Domínguez del Senado de la República (1996).

Descanse en paz una de las más grandes figuras de las letras mexicanas, de quien Hugo Gutiérrez Vega afirmó: “Alí pertenece a la estirpe de Rimbaud, a la estirpe de Juan Rulfo, porque en sus pocos libros dijo todo lo que tenía que decirse y lo dijo espléndidamente”. El maestro Chumacero Lora, quien dejó como legado para la posteridad hermosos versos, como los del Poema de amorosa raíz, cuya estrofa final reza: “Cuando aún no había flores en las sendas / porque las sendas no eran ni las flores estaban; / cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas, / ya éramos tú y yo”, recibirá tributo de la ciudadanía y de las autoridades culturales en el mismo lugar donde el 24 de junio de 2008 se le rindió un homenaje, con motivo de su 90 cumpleaños: el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México.



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La cultura como simple ornamento

Por Celia Álvarez




La falta de interés que evidencian los gobernantes locales, federales y estatales hacia la actividad cultural es asaz notoria: siempre lo ha sido; basta escuchar sus declaraciones, ocurrencias y propuestas para comprender que la toman como un simple “ornamento” o fuente de “entretenimiento” popular en horas bajas o en tiempos en que se precisa distraer la atención pública de alguna eventualidad incómoda.

A la par, conocemos de primera mano cuán difícil es la situación en que viven gran parte de los artistas (aquí es pertinente comentar la triste situación por la que atravesó un pintor de avanzada edad, al que aprecio mucho, quien requería una operación urgente y, al no contar con recursos ni seguro médico o con la amistad de algún alto funcionario, debió soportar durante un año entero penurias y dolores inenarrables), de aquellos que son capaces de traducir su pensamiento en magia y belleza sobre el lienzo, la piedra o el papel, y sus muchos años de estudios en melodías o expresión del cuerpo, mientras en el otro fiel de la balanza contemplamos los regodeos impunes de muchos funcionarios encargados del rubro que cobran altísimos sueldos –producto de los impuestos de todos, por supuesto— y realizan gastos escandalosos a cuenta del erario público.

Funcionarios que, lo dicen los propios artistas, suelen ser ineptos e improvisados y desconocen por completo los complejos mecanismos del campo en que se hallan comisionados para desarrollar una labor que, por lo menos, debería ser digna y responsable. Muchos de ellos, incluso, tan incultos que ni siquiera tienen una buena ortografía y redacción (en este punto, recuerdo la entrevista que le hice a la recién nombrada directora de una galería xalapeña, quien, para mi asombro y vergüenza ajena, me espetó off the record: “Me vas a tener que componer un poquito las respuestas, porque yo, de arte, la verdad, no sé nada…”). Mas al contar con el respaldo de algún pariente poderoso en la política o cierta amistad influyente en el llamado “cuarto poder”, no sólo cobran insultantes salarios —en comparación con los que percibe la mayoría— a cambio de ofrecer nulos resultados, sino que aun se permiten actuar de manera prepotente y grosera con sus colaboradores, subordinados y hasta con los mismísimos protagonistas de la cultura, olvidando que trabajan, precisamente, para ellos y para el pueblo; sin discernir que la ética los obliga a desempeñarse al menos con un mínimo de eficiencia y eficacia.

¿El resultado? Lo que se ve, no se oculta: un escasísimo público para las artes —los espacios culturales, lo hemos visto, no suelen estar concurridos más que en ciertas inauguraciones o eventos señalados— y un alto porcentaje de la población absolutamente desinteresado tanto en la lectura como en sus propias tradiciones, en una época aciaga en que la globalización amenaza con anular cualquier vestigio de un pasado glorioso como el nuestro; en un momento en que la ignorancia y la insensibilidad son los principales enemigos a vencer por medio de la luz que brindan el conocimiento y la experimentación de vivencias edificantes.

Así, pues, buen número de artistas — nos consta— se ven obligados a efectuar su trabajo de manera independiente para ir sobreviviendo, para “irla pasando” nada más, como ellos lo expresan, o bien —y esto, por lo general, solamente lo hacen los más jóvenes y osados— deben optar por la búsqueda de lejanos horizontes más promisorios. Claro que los más no protestan ni hacen alharaca para no quedar mal con los que les pueden brindar, en un momento dado, alguna clase de apoyo o beca, que muchas veces se les concede casi en calidad de limosna, y otros acaban por convencerse de que tal vez su trabajo no vale la pena realmente y por eso no hay quien les haga caso, de modo que se entregan a la desilusión y ello redunda en una baja en la autoestima y la producción individual, que socava aún más su economía de por sí exigua.

La comunidad artística y cultural, aquellos que son portadores de la sapiencia y experiencia precisas para irradiar los bienes del espíritu —puesto que el arte proviene de lo íntimo de la esencia humana— debería exigir una mayor inversión en el rubro educativo y en la generación de mecanismos eficientes para crear públicos interesados en las diversas disciplinas creativas (insisto siempre en la necesidad de que museos y galerías se coordinen con la SEV para que los niños y jóvenes efectúen visitas periódicas, como parte del programa educativo, a esos recintos donde pueden descubrir otros mundos de un solo vistazo, así como con los teatros y otros espacios que ofrecen funciones de danza, conciertos, presentaciones de libros y demás actividades de elevado interés), y demandar un respeto irrestricto por las tradiciones que nos aportan identidad y deberían enorgullecernos a morir.

De la misma manera, los creadores deberían pugnar por que se les faciliten los medios para ofrendar la mayor calidad artística posible a un público espectador que hoy, desafortunadamente, es más bien proclive a embrutecerse con la basura televisiva, y sobre todo exigir que los funcionarios culturales cuenten con una preparación adecuada para manejar con decoro el importante cometido que les ha sido asignado, la alta misión que ha sido depositada en sus manos. Que cumplan, en fin, su encargo con decoro y, también, con cierta dosis de humildad, que todo es necesario… La cultura no es un adorno, señoras y señores, sino un puntal decisivo para el ennoblecimiento y progreso de los pueblos.

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Iconografía de la devastación… y un deseo ferviente

Por Celia Álvarez





“Las lágrimas son la sangre del alma”. Esta frase de San Agustín adquiere significado, hoy más que nunca, para los moradores de una comunidad que lo honra como patrono cada 11 de diciembre, Cotaxtla, donde la estela de devastación que dejó a su paso el huracán “Karl” aún hace asomar el llanto a muchas pupilas, pasada ya una semana del comienzo de la tragedia. Y digo comienzo, porque ésta continúa. Y seguirá, por lo que se vislumbra, durante bastante tiempo…

Sábado 24 de septiembre. El calzado se cubre de cal y patina en el lodo mientras avanzamos por la avenida Juárez, principal arteria de esta comunidad cuyo nombre deriva del vocablo náhuatl Kuetlachtli, que significa “hombre valiente”. El sol de mediodía calienta la atmósfera sin lograr endurecer la tierra, ahora única habitante de las casas después de penetrar a raudales por techos, puertas y ventanas, junto con el impetuoso caudal de agua que se lo llevó todo por delante, sin respetar siquiera el descanso de quienes poblaban el arrasado cementerio local. El ambiente huele a dolor, por usar un eufemismo que aleje la invocación de la muerte.


Silvia del Valle se afana en rescatar algunos objetos, a todas luces inservibles, semienterrados entre la montaña de barro que circunda el que fue su hogar. Apenas levanta la vista cuando pido permiso para entrar a fotografiar la escena y asiente con gesto adusto. La sombra de la preocupación planea sobre su ceño, igual que los zopilotes que revolotean en círculos, no muy lejos, avizorando alguna presa. Razones no le faltan para sentirse abatida: a la pérdida total de su casa, enseres domésticos y herramientas de trabajo (una laptop y una computadora de escritorio) se suma el acervo literario que fue acopiando a lo largo de muchos años de ejercicio como docente. Haber perdido sus 516 libros le duele tanto, si cabe, como el resto. No sabe dónde va a vivir a partir de ahora, y mucho menos cómo va a retomar sus labores en la Escuela Secundaria Técnica 100 de la localidad, desprovista de todas sus pertenencias y materiales de trabajo. Por lo pronto, una amiga le brinda alojamiento temporal. Le extiendo la mano al despedirnos y, mientras me alejo, deseo que el presidente Felipe Calderón tenga boca de profeta: en su reciente y fugaz visita les auguró que “Dios proveerá”.








Escoltado por un sinnúmero de guaruras y resguardado atrás de una barrera que impedía a la gente acercársele para exponerle sus cuitas, el mandatario, acompañado por el gobernador veracruzano Fidel Herrera, tuvo un brevísimo encuentro con los pobladores de esta comunidad, enclavada en la zona centro costera de Veracruz, en la región llamada Sotavento, y que es una de las más afectadas por el desastre natural. Les dejó un costal de promesas y los felicitó por sus avances en la limpieza del entorno, aunque, como lo pudimos constatar y el lector lo corroborará en las imágenes que acompañan a este artículo, falta aún mucho por hacer. Muchísimo.








Esquivo a una perra famélica y sarnosa, que hurga en uno de los múltiples montones de basura, escombros y madera que los vecinos han apilado por doquier, para acceder a un área donde parece que cayó una bomba, por el alcance de la destrucción. Refrigeradores, bicicletas, ollas y otros objetos metálicos se hallan aplastados y retorcidos, como si un gigante los hubiera apretado con crueldad entre sus dedos. Ningún tejado ha quedado en su lugar. Marañas de hierba y ramajes cubren las protecciones de las ventanas, y las puertas de hierro que se mantienen en su sitio están dobladas. Palmeras, postes y árboles tapizan el suelo, que parece un cementerio de enseres domésticos. Juguetes, sofás, sillas y colchones parecen descansar después entregarse frenéticamente a las evoluciones de una danza macabra.










Regreso a la calle principal y me extraña no ver algún campamento base o brigada de la Cruz Roja, el DIF, Protección Civil… No hay en derredor funcionario o voluntario alguno. Pero sí hay bastante gente apoyando a sus coterráneos caídos en desgracia a manos de la naturaleza, que hoy parece cobrar venganza contra los humanos por tanto agravio recibido. En vehículos particulares y camionetas, muchos se han acercado a repartir víveres, ropa e implementos de limpieza entre los grupos de personas que se acercan, muchas de ellas procedentes de rancherías alejadas y que se preguntan cómo se van a llevar sus respectivos donativos hasta lo que quedó de sus hogares.











Una mujer ofrece, desde la caja de una camioneta de carga, centenares de prendas de vestir a la multitud circundante, en búsqueda del dueño más apropiado para cada una. Dos camionetas de tres y media toneladas enviadas por MetLife Protección Futura abastecen a una larga fila de damnificados, ofreciéndoles colchonetas, juguetes, zapatos, despensas, carretillas, palas, picos y otros utensilios. Una mujer desciende de su automóvil cargada de bolsas repletas de tortas, para ayudar a mitigar un poco el hambre. Más allá, un vehículo transporta a varios hombres protegidos con tapabocas que esparcen cal por calles y viviendas, como medida preventiva de epidemias a causa de los desechos que abarcan todo lo que alcanza a apreciar la vista.



Mientras recorro el poblado, grupos de mujeres que permanecen a la puerta de sus casas con aspecto abatido sin saber, o más bien, tener qué hacer en el interior, intercambian miradas consternadas que delatan su inquietud ante la incertidumbre futura. Llama la atención el silencio imperante. Los niños permanecen mudos y apáticos, aún incrédulos ante la magnitud de una tragedia que no pueden comprender. La mayoría de los hombres van tocados con gorras encarnadas, que ostentan al frente el nombre del político que, dicen, les hizo llegar cientos de ellas. En algunos negocios, unos más destrozados que otros por la acción inclemente del fenómeno meteorológico, empiezan las labores de limpieza, aunque sus propietarios no vislumbran por el momento con qué los van a surtir o a qué clientes podrán atraer.








De regreso a Xalapa, encontramos a varios grupos de personas que aguardan apostadas a la vera del camino, con la mirada perdida en el vacío, a que lleguen más camionetas cargadas de donativos ciudadanos. A ambos lados de la carretera quedan todavía muchos terrenos inundados. La paz parece haber huido furtivamente de todos los hogares. En los rostros, ni una sonrisa de las que por lo común exhiben los jarochos de oreja a oreja. Pasamos por San Pancho y constatamos que sus pobladores también fueron visitados por la desolación. Llegamos con la cal pegada a los zapatos y la tristeza enganchada en el alma, por todo lo visto y lo vivido. Cómo duele ver así a Veracruz…







Señores y señoras, mexicanos solidarios, no abandonen a los veracruzanos: el pueblo es el que está ayudando a sus hermanos damnificados. El pueblo de México es, verdaderamente, el único que puede, y quiere, reconstruir lo perdido, y edificar lo futuro. Cuando entendamos que sólo unidos podremos acrecentar nuestra fortaleza, la tragedia será menor. Para finalizar esta breve crónica de un día aciago, sólo expresar un ferviente deseo: que Dios provea al Señor Presidente y al Señor Gobernador de la sensibilidad y pericia necesarias para solucionar la agobiante situación que padecen casi un millón de afectados por “Karl” en Veracruz…










































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Análisis sobre el desnudo femenino erótico, novedad del catálogo editorial de la UV

Celia Álvarez



En la capital mexicana y durante los últimos años del siglo XIX, aproximadamente hacia 1897, el placer se convirtió en una pieza significativa para la industria gráfica: grabados, litografías, tarjetas postales ilustradas y fotolitografías de índole erótica aparecieron, acaparando la atención del público masculino. No obstante, la emergencia del desnudo femenino erótico no trajo consigo una visión ética, responsable ni equitativa respecto al cuerpo de la mujer; al contrario, se reafirmó una tajante concepción moral: quien se desnudaba frente a una cámara o posaba ante los artistas se ubicaba dentro de la tipología de la prostituta, fémina estigmatizada y pecadora que era el vivo ejemplo de lo que no debían hacer las mujeres que se consideraban “decentes”, fieles retratos del ideal decimonónico que las encasillaba en el rol de ángel del hogar.

Concupiscencia de los ojos. El desnudo femenino en México, 1897-1927 es el resultado de una investigación realizada por Alba González Reyes que se convirtió en libro, publicado por la Universidad Veracruzana (UV) como parte de la serie Historia y Sociedad, del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, y se halla plasmado en él un largo proceso de búsqueda y estudios —ocho años, para ser exactos, entre trabajo de archivo y de gabinete. Se trata de un volumen que, en palabras de su autora, fue construido desde el eje de la historia cultural, la cultura visual y los estudios de género, cuyos meandros ofrecen varias lecturas, con la intención de dar a conocer una parte de nuestra historia cultural que muestra cómo se fueron entrelazando las imágenes gráficas de desnudo a un estereotipo de figura femenina trasgresora y, al mismo tiempo, reforzar un imaginario colectivo con una valoración negativa del ser mujer.

“De acuerdo a la cultura a la que pertenezcamos, vamos a tener una serie de creencias, símbolos y prácticas en torno al cuerpo, al sexo y al significado de ser hombre o ser mujer; además, la cultura nos va a enseñar cómo hemos de vivir el cuerpo: con placer o sufrimiento, con amor u odio, heterosexual, homosexual o diverso, con culpa o sin ella, oculto o evidente. Y todas esas experiencias tienen una historia”, precisa la autora, y añade que uno de los propósitos de esta investigación es integrar varias áreas de estudio: las imágenes plásticas y gráficas —generalmente utilizadas por historiadores del arte—, el análisis del discurso —a través de los tropos, que son elementos usados preferentemente en la literatura—, enlazados con el reconocimiento del cuerpo, la sexualidad y los modos de pensar el ser femenino y el ser masculino, temas de preferencia para los estudios de género.

Otro objetivo, abunda Alba González, es que la lectora y el lector comprendan la doble naturaleza del cuerpo y el sexo: “Por la evidencia de su materialidad con base biológica relacionada con su funcionamiento anatómico y conjunto de órganos, cuerpo-sexo pertenecen al orden natural; pero la cultura y la historia fungen como una segunda naturaleza, que moldean al cuerpo y al sexo, a través de una sofisticada construcción social en el tiempo. En consecuencia, el cuerpo sexuado se convierte en un espacio histórico, una especie de cuenco en el que se deposita toda una simbolización, imaginarios y creencias que proporcionan una gran diversidad de valores sobre las formas en que vamos a experimentar el mundo. En este libro hago un trabajo de interpretación de cómo el ingreso de México a la era de la máquina favoreció la producción de representaciones eróticas. El proyecto político, social y cultural porfiriano confirmó el ingreso del país a la modernidad y con ello la proliferación de toda una serie de tecnologías que fomentaron la industria sicalíptica. Durante la Revolución Mexicana, con la crisis social y la guerra civil se propició el aumento de garitos y teatros con espectáculos nocturnos para ‘hombres solos’. Esto demuestra que la guerra produjo un efecto benéfico para las prácticas eróticas, para los bolsillos de los empresarios y para el gobierno —por medio de reglamentos jurídicos que favorecían multas y dispensas a los espectáculos licenciosos —; cabe decir también que en tiempos de guerra, en la Ciudad de México la gente se divertía. Finalmente, hacia la segunda década del siglo XX, estas imágenes mantuvieron su vigencia”.

Para lograr su cometido, la doctora en Historia y Estudios Regionales consultó diversas fuentes: la Biblioteca y Hemeroteca del Archivo General de la Nación, el Fondo Reservado y la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de la UNAM, el Centro de Investigación sobre Teatro Rodolfo Usigli, el Fondo del Gobierno del Distrito Federal, la Pinacoteca y Biblioteca del Instituto Nacional de Historia y Antropología, la Fototeca Nacional del INAH, la Fototeca de Veracruz, del Instituto Veracruzano de la Cultura; la Fototeca del Archivo General de la Nación, así como archivos fotográficos y manuales de buenas costumbres de colecciones particulares, entre otras. Imágenes y discursos de una época cuya paradoja muestra que “en la vida cotidiana el cuerpo de la mujer se ocultó con mucho cuidado; no obstante, las representaciones del desnudo femenino erótico emergieron y en lugar de verse con indiferencia, impresionaron y se consumieron visualmente a través de grabados, litografías, caricaturas y fotografías”. Y el teatro también resultó un espacio idóneo para el consumo visual de desnudo femenino, con los espectáculos de teatro de revista.

“Es interesante mencionar el otro lado de la moneda: en esa época los escrúpulos de moralidad se legitiman y se oponen al estudio y tratado del cuerpo, en tanto espacio de placer. El placer sería un elemento que provocaría miedo por su relación con las tentaciones y el pecado. El arte modernista —simbolismo, decadentismo— tuvo influencia en las imágenes gráficas, y toda una galería de representaciones femeninas estigmatizadas: la femme fatale, la mujer vampiro, Salomé, la mujer tarántula, la mujer escorpión y la mujer diabólica tuvieron estrecha correspondencia con el desnudo. Este es otro aspecto que el lector va a encontrar en el libro: los estereotipos y las creencias establecidas en torno al ser femenino, por la fuerza de los hábitos, se creen naturales; no obstante, se construyen culturalmente y, además de políticos, también son simbólicos y van a presentar, desde el imaginario masculino, papeles sociales entre los géneros: quienes crearon, difundieron y consumieron estas imágenes fueron varones. El Estado se incorpora a través de las instituciones que van a legitimar el deber ser mujer —la religión, la educación formal, la industria editorial y gráfica, la industria de diversiones públicas, las reglamentaciones jurídicas y médicas, etcétera—, y sus discursos van a contrastar con las acciones de las mujeres que luchaban ya por su ciudadanía. De tal modo que estereotipos y mujeres activas que salieron al ámbito público iban a ser conectados por la vía de las argumentaciones al imaginario colectivo. Así, el círculo vicioso entre mentalidad y política se articularon para dar esa textura de doble moral, esa misma que observamos todavía ahora”, indica.

Respecto a las imágenes que aparecen en las más de 400 páginas del libro, la autora subraya que no solamente lo ilustran, sino que son parte fundamental del trabajo de investigación: “Las imágenes gráficas visuales acompañan a la narrativa para dar cuenta de una cultura visual en México, en una época determinada. La gráfica —técnica definida por su capacidad de producción de imágenes en serie— plasma valores estéticos y, asimismo, es un reproductor de modelos culturales y un punto de enlace para la elaboración de discursos sobre una moral-sexual privada y pública. La ilación entre los códigos a saber, lenguaje e imagen, y el proceso de emisión y recepción, comprometen no sólo fantasías eróticas, sino también valores sociales y significados sobre la desnudez femenina”. Lo que llamó su atención al iniciar este trabajo fueron los discursos en torno al cuerpo, y las maneras como éstos se iban hilando en derredor al placer y/o al rechazo: “Mi idea, en un principio, fue trabajar estereotipos femeninos en la narrativa mexicana desde la segunda mitad del siglo XIX hasta los inicios del XX y en relación con las artes plásticas. Pero mi encuentro con la historia cultural, los estudios de género y la cultura visual me fue guiando hacia el discurso del cuerpo deseable y sus consecuencias más bien moralistas sobre este objeto de estudio. Al buscar esos discursos tropecé con catálogos de daguerrotipos, ambrotipos, ferrotipos y fotografías eróticas, editados desde los años cuarenta y hacia finales del siglo XIX en Francia, Alemania y España. Me preguntaba si en México se produjeron ese tipo de imágenes. De igual modo llegó a mis manos el libro de Ava Vargas La casa de citas en el barrio elegante, con prólogo de Carlos Monsiváis, y al leer el texto me entusiasmó la posibilidad de concentrar imágenes no sólo de pinturas, sino abrir el espectro hacia las artes gráficas y analizar el discurso con estas técnicas de investigación documental”.

Concupiscencia de los ojos. El desnudo femenino en México, 1897-1927 es un libro que, según su autora, invita a conocer una historia que implica, además de la presentación de imágenes gráficas, un toque a las fibras íntimas de la sexualidad con el placer y las políticas ejercidas sobre un cuerpo y un género. Es una provocación para observar y criticar los modos de ver de aquellos que ejercían esa mirada. Asimismo, la autora invita a conocer de qué manera se controlaban los cuerpos, para que las lectoras y los lectores se percaten “de esas formas sutiles pero, al mismo tiempo, legitimadas y represivas de vigilancia sobre el placer que se incardinan en la piel, en el sentimiento y en el pensamiento”. Finalmente, esta obra es una invitación a pensar qué tanto han cambiado esas políticas y mentalidades en torno al cuerpo desnudo femenino, y qué tan responsables somos con nuestro propio cuerpo y nuestro placer.

Asimismo, es un libro que toca la interdisciplinaridad, con un tema que está siendo estudiado, pero del que aún falta mucho por decir, por lo que resulta una veta muy rica para los estudios culturales, ya sea desde la antropología, la historia, la literatura, las artes, la educación e incluso el derecho o la medicina. “Hacen falta estudios respecto a la industria de la imprenta y las imágenes eróticas; sobre los códigos que se elaboraron para controlar este tipo de imágenes consideradas sicalípticas, en relación a las políticas jurídicas y comerciales. También falta conocer las creaciones y miradas femeninas en torno al cuerpo desnudo masculino en esa etapa; no existen estudios de análisis a profundidad sobre las primeras películas porno que llegaron a México hacia finales del siglo XIX: hay cortometrajes en la Filmoteca de la UNAM esperando ser rescatadas para su estudio; existen pocas investigaciones en México sobre los estudios médicos con apoyo de fotógrafos y litógrafos para los tratados de anatomía-fisiología. Tampoco se ha construido a fondo una historia gráfica sobre los movimientos feministas en torno a la educación sexual. Colegas de Chile, Brasil y Colombia han realizado trabajos similares al mío, con algunas especificidades, pero hace falta organizar seminarios, coloquios y encuentros. Mencionar estos vacíos sigue el sentido de la provocación y extiendo la invitación a los estudiantes interesados que sigan este descubrimiento y deseen acercarse a esta línea de investigación”, enfatiza la autora.

En la actualidad, Alba González persiste en la búsqueda de imágenes de desnudo, pero, afirma, “ahora se me ha presentado ya no el cuerpo erótico: Eros hizo una pausa. En archivos de la Ciudad de México he encontrado a Tánatos, es decir, imágenes gráficas de finales del siglo XIX y de las primeras décadas del XX, que hablan del cuerpo desnudo enfermo, contagiado, contaminado por enfermedades venéreas, y los discursos médicos respecto a la necesidad de ofrecer a la población una profilaxis higiénica. Hacia los años treinta del siglo XX empezó a proponerse, íntegramente, una educación sexual con apoyo de ilustraciones gráficas. Pero esa es otra historia, que será narrada en su momento… Me gustaría compartir con las personas lectoras las imágenes antiguas sobre el desnudo erótico, su belleza estética e igualmente su belleza histórica; que se sientan transportadas a esa época, disfruten de la lectura, y al final puedan decir que Concupiscencia de los ojos. El desnudo femenino en México, 1897-1927 les dejó una reflexión comprensiva sobre nuestro horizonte cultural de cómo mujeres y varones hemos sido conformados bajo un patrón estrictamente heterosexual y legitimado por un sistema patriarcal. Pero, sobre todo, me gustaría también moverlas al interés de su propio cuerpo y los modos de relacionarlo con los otros, y siendo idealista, que lleven a la práctica una política de género responsable y placenteramente equitativa”.

El libro Concupiscencia de los ojos. El desnudo femenino en México, 1897-1927 se puede adquirir en el Servicio Bibliográfico Universitario, ubicado en Xalapeños Ilustres número 37; en la Feria Permanente del Libro Universitario, situada en Hidalgo 9, y en librerías comerciales de la ciudad. Y aquellas personas interesadas en conocer más sobre las novedades editoriales de la UV pueden consultar la página www.uv.mx/corre, así como escuchar los martes, de 18:00 a 19:00 horas, el programa Oye, lee y dile, que transmite Radio UV en el 1550 AM.

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Damián Alcázar
Un actor comprometido con los problemas sociales

*Su película Chicogrande recibe críticas elogiosas durante los primeros días de estreno en las salas del país

Por Celia Álvarez






Una fábula literaria, con su mentira, puede removernos más que un acta notarial con su verdad. Así lo afirmaba Antonio Buero Vallejo, quien narra en su obra postrera, Misión para el pueblo desierto, un episodio de la Guerra Civil en el que “Damián”, motivado por su amor hacia una dama, intenta rescatar un cuadro de El Greco. Igual que otros personajes del dramaturgo español, que sueñan con un tipo de luz que abra las mentes, acabe con el oscurantismo y transforme a los individuos y sus comunidades, “Damián” simboliza la utopía buerovallejiana de la salvación por el arte, muy distinta a la que promulga el cristianismo: una forma de salvación que es opuesta al poder opresor y concede al ser humano la esperanza en su propia capacidad para configurar ideales.

Damián Alcázar, quien es hoy uno de los actores mexicanos más reconocidos a nivel internacional y cuya nueva película, Chicogrande, recibe elogiosas críticas en su temporada de estreno en las salas cinematográficas del país, sabe muy bien lo que esto significa. El arte histriónico lo salvó de la rabia que en un momento dado lo impelió a lanzarse a la guerrilla cuando era un joven idealista y consciente de la injusticia que imperaba, y que aún campea, a lo largo y ancho de un país de sufrida estirpe como lo es México.

Hombre de hablar mesurado y talante afable, sus vivencias forjaron el pensamiento coherente que lo ha llevado a entregarse al esfuerzo transfigurador como palanca del cambio, comprometido con los problemas sociales de la nación, que conoce de primera mano. Su formación teatral en la Universidad Veracruzana fue el detonador de ese talento creativo que hoy aplauden los públicos de varios continentes. He aquí su testimonio.


El despertar de la conciencia social


Sólo tenía tres meses de nacido cuando su familia decidió abandonar Jiquilpan y trasladarse a Guadalajara. Dos años después vio por primera vez una película, en una parroquia de Zapopan donde el sacerdote que les enseñaba el catecismo a sus hermanos exhibía películas infantiles, cada sábado. “Ahí fue donde se me inoculó ese hermoso fenómeno de los sueños que es el cine”, asegura. La familia Alcázar vivió cinco años en Jalisco y después comenzó a viajar constantemente. Los repetidos cambios de casa y de escuela (cursó la primaria en cuatro planteles) hicieron que Damián conociera lo que denomina “la excitante situación del desarraigo”. Vivir por temporadas en un poblado paupérrimo del estado de Tlaxcala, donde residía su abuela materna, le permitió “conocer de cerca y ver con mirada objetiva la realidad de los campesinos y de los indígenas, los hombres y mujeres más pobres de nuestro país”. Ahí despertó su conciencia social.

Iba en quinto de primaria cuando aprendió a escudarse de la realidad. En la biblioteca de la escuela pública a la que asistía, Los viajes de Gulliver, La isla del tesoro, Los tres mosqueteros, Guillermo Tell, Alicia en el país de las maravillas y Robin Hood le dieron alas a su imaginación. “Desde entonces me pareció más grato vivir la ficción que la realidad… hasta que fui papá”, señala Damián, quien le inculca a su veinteañero hijo Emiliano el gusto por la lectura y los valores como la amistad, la solidaridad y el amor por la naturaleza, al tiempo que le habla de lo maravillosa que es la vida y lo alienta a disfrutarla sin limitaciones.


El teatro o la guerrilla


En la Ciudad de México terminó la secundaria; después, envalentonado por los sucesos del 68-70, decidió interrumpir su formación preparatoriana porque pensaba que no valía la pena ser estudiante. Trabajó en varias fábricas: de plásticos, troqueles, pigmentos, perfumes… Fue su entrenamiento como hombre de faena. “Me hacía sentir muy bien el ser un eficaz y esforzado trabajador, pero me hacía sentir muy mal el ver las miserables condiciones de los obreros. Esto sólo lo entienden los que lo han vivido. Viví de cerca la explotación desalmada a la que están sometidos los trabajadores. Sólo pensar en el ridículo salario que aparentemente les pagan y que nunca sube, y en lo caro de la canasta básica, que nunca baja, me hace reforzar las convicciones con las que crecí”, enfatiza.

Damián sostiene que el teatro lo salvó de lanzarse a la guerrilla. “O tal vez fue la incertidumbre o una sensibilidad de niño enfermizo y enclenque, el tercero de cinco hermanos, necesitado de afecto y cuidado, que mis padres difícilmente podían ofrecerme, enfrascados en su problemática de pareja y en la supervivencia misma de la familia, en su manutención”.

Al integrarse por primera vez a un grupo de teatro, supo que era lo que estaba buscando: “Me considero afortunado desde ese primer contacto con la actuación. El encuentro con el teatro me sedujo, así que, sin dudarlo, retomé la preparatoria y al mismo tiempo hice la carrera de actuación en Bellas Artes”. Al terminar decidió estudiar ruso porque deseaba continuar en la Unión Soviética su instrucción como actor o director, y de manera simultánea tomó clases, un año, en el Centro Universitario de Teatro.

“Tuve la suerte de que mi último maestro en Bellas Artes, Raúl Zermeño, era el director de la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana (UV), y él me cuestionó sobre mi intención de ir a un país desconocido y tratar de estudiar, en una lengua extraña, algo tan profundo y personal como la actuación. Así que me invitó a continuar mis estudios y entrenamiento en la Facultad de Teatro de la UV, la cual tenía un horario de tiempo completo, es decir, de 10 a 12 horas diarias de estudio teórico y de entrenamiento como actor. ¿Qué más se podía pedir?

“Así fue como llegué a la UV, en aquellos tiempos maravillosos en que la institución creó y sostuvo un prestigio de primer mundo respecto a las artes y las humanidades. Había lo mejor en maestros y ejecutantes de todas las disciplinas, directores invitados y montajes de dramaturgos universales, gracias al rector Roberto Bravo Garzón. No ha habido otra oportunidad para ninguna otra generación, ni presente ni pasada. Y por si eso fuera poco, la descentralización, algo que sólo políticos visionarios como el entonces gobernador de Veracruz, Rafael Hernández Ochoa, y el rector Bravo Garzón pudieron sacar adelante, siendo ejemplo para otros estados del país. Qué pena que, a la llegada de los tecnócratas al poder, toda esa riqueza humanística empezara a perderse, hasta acabar incluso con el prestigio adquirido.

“Hablar de la cultura en nuestro país es como hablar de la utopía de Santo Tomás de Aquino... Así, tenemos que, a menos presupuesto... menos posibilidades de respaldo a las actividades culturales y humanísticas. Se acabó: el ciudadano artista tiene que resolver su vida económica como pueda, de manera que la calidad en las propuestas estéticas es mínima. Xalapa tiene todavía parte de la infraestructura cultural de antaño, pero está contaminada por lo peor del sindicalismo, las bases sindicales, las horas extra, las vacaciones... y la imposibilidad de purgar a las escuelas y a las compañías artísticas de los malos elementos y de los pésimos maestros”.

Entre recuerdos agridulces, el relato prosigue: “El caso es que entré como estudiante a la UV, pero a los tres meses el maestro Zermeño me ofreció participar como miembro de una nueva compañía universitaria de teatro, con miras a tener como sede el puerto de Veracruz. No lo dudé un instante y fui fundador de ese grupo, cuyas ventajas eran el seguir siendo entrenado con el mismo plan de estudios que ofrecía la Facultad, pero sin el valor de la currícula, y así dejé de ser un alumno regular para convertirme en un actor de una compañía teatral de la UV, con un sueldo quincenal mínimo, pero con todas las posibilidades de continuar con un entrenamiento de gran nivel”. De esa manera, 15 jóvenes actores (siete egresados de Bellas Artes y entrenados también en la UV, y cinco egresados de la Facultad de Teatro de esta institución) conformaron el Foro Teatral Veracruzano, en el cual trabajó Damián durante un lustro.


Nostalgia por la Xalapa de ayer


Alcázar evoca nostálgico la Ciudad de las Flores de otros tiempos y su rica vida artística: dos orquestas sinfónicas en Xalapa y una en Veracruz, una compañía de danza contemporánea y otra de danza folclórica, las primeras licenciaturas de artes en el país, una gran escuela de música, tres compañías de teatro, lo mejor de las artes plásticas… y un mínimo de coches por las calles, lo que permitía llegar caminando a todos lados. “Y todavía no acababan con los bosques del Cofre de Perote, lo que hacía del clima xalapeño un pequeño Londres”, remarca.

“Pero los políticos mexicanos no tienen vocación de servicio... y por lo tanto no son visionarios sobre el futuro de sus ciudades, de su país, y mucho menos de los ciudadanos. Xalapa, como casi todas las ciudades mexicanas, tienen un pésimo servicio de transporte urbano, lo que orilla a la gente a creer que comprando un coche resolverá sus dificultades de transporte; eso ha provocado que aquella bella ciudad sea hoy un pequeño Distrito Federal, que crece más y más en un caos de tránsito, neurosis ciudadana y contaminación... Esto sólo afea la ciudad y les complica la vida a los xalapeños. Y lo peor es que no se resolverá; más aún: la situación será cada día más crítica mientras los políticos responsables sigan miopes, o anclados a los impuestos que los autos generan para el estado”, reprocha.

En búsqueda de un sueño


Retornó a la Ciudad de México cuando vio venir la hecatombe (sic) en el teatro xalapeño. “Raúl Zermeño quiso unir las tres compañías en una: la Organización Teatral de la UV. Entonces dejé el Foro Teatral Veracruzano y regresé al DF. Comencé haciendo algunos cortometrajes con alumnos del Centro de Capacitación Cinematográfica y del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la Universidad Nacional Autónoma de México. Eso me dio la oportunidad de realizar otra fuerte etapa de entrenamiento actoral, al ser invitado por uno de los mejores directores y maestros del teatro mexicano: Luis de Tavira, para formar el Centro de Experimentación Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes. Y de nuevo, buenos maestros, salario, directores invitados y trabajo diario en cursos, talleres, ensayos y funciones, en una de las mejores compañías del teatro nacional. Quería trabajar en el cine, pero era prácticamente un sueño, porque había muy poca producción”.

Permaneció en la compañía durante cuatro años, pero a mediados de los 80 se resolvió a emprender la búsqueda en el cine, y le tocó ser uno de los actores con los que inició una auspiciosa etapa: el ‘nuevo cine mexicano’. Sus primeros trabajos fueron La ciudad al desnudo, de Gabriel Retes; La leyenda de una máscara, de Pepe Buil; Bandidos, de Luis Estrada; La mujer del puerto, de Arturo Ripstein; Lolo, de Francisco Athié; Ladrón de sábado, de José Luis García Agraz, y Dos crímenes, de Roberto Sneider. Hoy su trayectoria acumula más de un centenar de filmes. Entre sus trabajos más recientes figuran Bala mordida, de Diego Muñoz; De la infancia, de Carlos Carrera; García, de José Luis Rugeles; Chicogrande, de Felipe Cazals, que se estrena ya en las salas cinematográficas del país, y El infierno, de Luis Estrada.


¿Qué es una buena película, Damián?

“¡Gulp! Independientemente del tema, porque ahí nos meteríamos con ideologías y valores, creo que una buena película es aquella que tiene buen ritmo en su realización, un tema interesante, una buena fotografía y muy buenas actuaciones”.
¿Cuáles son tus preferidas?
“Son como 50... Mejor te digo cuáles son algunos de mis directores favoritos: Kurosawa, Fellini, Bergman, los hermanos Cohen, Scorsese, Herzog, Cazals, Del Toro y Estrada, aunque suene a ‘guayabazo’, porque he participado en cinco películas suyas”.

Por cierto, has hecho una dupla magistral con Luis Estrada…

“Esa dupla, como tú le llamas, me ha dado las mejores satisfacciones como actor comprometido con mi tiempo y con mi país. Creo que Luis hace un cine necesario y requerido por el mexicano... Es un creador sólido y consciente de nuestra realidad. Como director, es inteligente y divertido, y un extraordinario compañero de trabajo. Estoy seguro de que su cine será uno de los más importantes para los mexicanos de todos los tiempos”.


¿Con cuáles directores te gustaría trabajar, y con quiénes repetirías?

“Me gustaría trabajar con Jorge Fons, con Guillermo del Toro, con los hermanos Cohen y con David Lynch. Y volvería a trabajar con Luis Estrada, Felipe Cazals, Sebastián Cordero, Carlos Bolado, Carlos Carrera, Andrew Adamson, Bruce Beresford y John Sayles”.


¿Y qué películas te habría gustado protagonizar?

“La marca del Zorrillo, Woycek, Los hermanos Del Hierro, Fargo, El laberinto del Fauno y alguna de Kurosawa”.


¿Qué consideras lo mejor que tiene tu oficio?
“Que te da la oportunidad de decir cosas que los demás necesitan decir, les das voz a los que no la tienen, además de que te permite conocer y mostrar su mundo, un mundo que la mayoría desconocemos: el del ciudadano anónimo, el campesino, el policía, el presidiario, el trabajador, el luchador social, la madre soltera y su problemática, etc., etc.”.


¿Cuál es tu objetivo central como actor? ¿La denuncia social, tal vez?

“Retratar al hombre en el mundo al que le estamos dando vida por medio del cine. Puede ser ficción o realidad. Pero siempre me esfuerzo por darle la complejidad que se requiere para que el público pueda de verdad identificarse. La denuncia social es sólo otro tema y creo que está en total abandono en estos tiempos. Yo la asumo como responsabilidad porque me parece necesario hacerlo, pero no tiene nada que ver con el cine en sí mismo, sino con una manera de ver el mundo”.


¿Y a qué actores y actrices admiras?

“A Robert De Niro, Erland Josephson, Max Von Sydow, Sean Penn, Steve Buccimi, Meryl Streep, Ana Ofelia Murguía, Julieta Egurrola, Jane Fonda, Claudio Obregón, Ernesto Gómez Cruz, Salvador Sánchez, Angelina Peláez, Carlos Cobos, Jorge Zárate, Daniel Giménez Cacho, y algunos compañeros que me están sorprendiendo por su trabajo: Joaquín Cossío, Silverio Palacios, Dagoberto Gama, Ximena Ayala, Giovanna Zacarías…”.



Remembranzas de la “época dorada”


Le propongo a Damián que hablemos sobre el cine de antes y el de ahora. “Uy, creo que esto va para largo… La llamada ‘época dorada’ fue un gran momento para el cine mexicano, sobre todo porque hubo una gran producción; de ahí se colige que muchas películas fueron muy buenas, y por supuesto hubo un montón de malas películas, como en todos los tiempos y países. ¿Por qué hubo esa gran producción? Bueno, ocurrió la Segunda Guerra Mundial, luego vino la posguerra, y los gringos, pinches idiotas, que les gusta la guerra, no estaban produciendo cine. La ‘mina de oro’ para los millonarios sin escrúpulos, como casi todos, era la guerra y el armamentismo, así que ‘invertían’ en el cine mexicano y, de alguna manera, dejaban también un espacio para la producción de nuestro país.

“La poca competencia en la producción y los recursos crecientes en el cine mexicano dieron paso a una verdadera industria cinematográfica, produciéndose y exportándose miles de películas. Así que por lo menos la mitad de ellas consiguieron un gran nivel de calidad en su realización, conformando de paso grandes especialistas, entre actores, directores, productores, guionistas, músicos, distribuidores y exhibidores... Una industria, pues, con miles de trabajadores, y que significaba también una gran entrada de divisas al país.

“¡Uff! Pero se acaba la guerra y los norteamericanos empiezan a producir mucho más cine en su país que en el exterior. Los temas: el american way of life, los héroes que liberaron al mundo del terror nazi o japonés, los buenos y los malos, y toda esa ideología del blanco matando a los ‘malos’, ya fueran indios, alemanes, orientales o marcianos... era también de exportación. Las reglas del mercado económico, la política y su ideología en general, siempre han sido exportadas a todo el continente, por las buenas o por las malas. Recuérdese cualquier ‘tratado internacional’ con los gringos…

“Y la ‘puntilla’ para el cine mexicano fue exactamente ese último gran tratado tan ponderado por los politiquillos mexicanos y tan defendido por los negociantes sin escrúpulos: el de ‘libre comercio’, que hundió la pequeña economía de todos los mexicanos, el campo, la industria y el pequeño comercio. Se acabaron la tiendita de la esquina, la farmacia, el almacén de ropa, la tlapalería y la frutería de don ciudadano mexicano, y se favoreció a Oxxo, Wall Mart, Chedraui, Soriana, Comercial Mexicana, etc.
Así como no se pueden producir automóviles mexicanos porque se firmó un ‘acuerdo’ con ellos, así no se puede respaldar la producción cinematográfica mexicana en la exhibición y distribución... por un ‘tratado’ con ellos... Y ‘ellos’ incluye a todos los responsables de la economía mexicana y a los que elaboran las reglas del mercado y las leyes a cumplir: diputados, senadores, funcionarios de Hacienda, jueces de la ‘suprema corta de justicia’ y ése al que le dicen presidente de México. El talento de nuestros cineastas, lo mismo que la capacidad de trabajo de todos los mexicanos... ahí está, sólo que no es ‘aprovechable’. ¡Y háganle como quieran!, dirían los que se lavan las manos” (ríe).


¿Por qué no se produce actualmente más cine de calidad?

“Sin una industria como la de esa época, no hay producción. Y esto quiere decir: un joven que intenta ser director, o mejor pensemos que quiere ser guionista, escribe, pero nunca le filman su guión, no importa qué tan bueno sea. Luego lo intenta tres o cuatro veces más, y no filman sus guiones; tiene que dedicarse a otra cosa. No hay guionistas. Otro ejemplo: tú convences a un señor o a un grupo de señores de que inviertan parte de su dinero en tu proyecto cinematográfico. La historia es buenísima, los actores que estarán en la película son muy buenos, el fotógrafo tiene premios internacionales, etc. Se filma la película, y es muy buena, pero no hay manera de que compita en cartelera porque los exhibidores tienen un trato muy conveniente con los distribuidores y privilegian la producción de Hollywood. Ponen tu película en una que otra sala y en horarios de 10 de la mañana o 10 de la noche, y la sacan a las dos o tres semanas, argumentando que no es un buen negocio. Y efectivamente no lo es, por la desventaja en que está frente a las ‘reglas del mercado’. Ese señor que puso dinero para tu película, sería un idiota si lo intentara de nuevo. No hay producción. ¿Suena triste el panorama? ¡Lo es!”.


¿Existe una buena dosis de talento en los actores nacionales?


“Muchísimo. Hay grandes actores que ni siquiera tienen la oportunidad de que su trabajo sea visto. ¿Por qué?: los grandes actores no tienen cabida en la televisión, y sólo unos cuantos de ellos trabajan sosteniendo historias anodinas en donde ‘bellos y bellas’, la gran mayoría sin talento, son los protagonistas. El teatro mexicano tiene una mínima expresión y sufre el mismo abandono de parte de las autoridades responsables de la Cultura, aunque por lo menos ahora podremos ver a algunos de ellos con la Compañía Nacional. El teatro comercial casi siempre es malo y es una copia absurda del teatro gringo. Por si fuera poco, el teatro es caro, más incluso que el cine. Así que los ciudadanos mexicanos que pueden ver teatro son muy pocos. Y los actores mexicanos talentosos, que hay muchos, sufren el mismo fenómeno: a poca producción, poco trabajo”.


¿Sopesas el éxito comercial de un filme antes de aceptarlo?

“Jamás. Elijo trabajar en un proyecto siempre y cuando me parezca digno, si vale la pena el tema y si es necesario hablar de eso. Pienso que una buena historia tiene buenos personajes; una mediocre, tiene personajes mediocres; así que una mala historia siempre tendrá malos personajes”.


¿Cómo fue tu experiencia en Hollywood, con las Crónicas de Narnia?

“Fue aleccionadora. Entendí que todos los buenos cineastas quieren realizar buenos productos. Si me preguntas por la diferencia de trabajar en una producción mexicana o colombiana o costarricense, y una hollywoodense, te diría lo obvio: ellos tienen 25 personas para hacer una sola cosa en el set… y nosotros tenemos una persona para hacer 25 cosas”.


¿En qué consiste, para ti, la ética profesional?


“Según yo, es la pasión y la entrega que te permitas en tu quehacer, respetando los derechos de los demás. Y, bueno, una serie de valores a respetar y cumplir según tu profesión y tus convicciones. Lo cual permite que tu trabajo sea digno para ti y a los ojos de los demás”.



La intimidad de un idealista


¿Te consideras un idealista?


“Sí. Creo que las guerras no ennoblecen a nadie, sino todo lo contrario. Creo que el hambre se podría erradicar fácilmente, creo que no deberían existir las fronteras, creo que la mujer tiene los mismos derechos y obligaciones que el hombre, creo que el agua del mar se puede hacer potable y que los desiertos pueden dar frutos para sus habitantes. Y creo que a los niños no se les debe castigar, y mucho menos pegarles”.


¿Qué te alegra? ¿Te consideras un hombre feliz?

“Me alegra ver a mi hijo crecer, empezar una nueva película, viajar, caminar, probar nuevos sabores, regresar a Madrid, ver a mis amigos, releer a los clásicos, tomarme una copa de vino, recordar la sonrisa de mi amada... Sí, me considero un hombre feliz”.


¿Qué te escandaliza?

“El cinismo con el que los políticos mexicanos engañan al ciudadano, el poder digno de gangsters con el que defienden y solapan el daño moral y económico que hacen sus compañeros al ciudadano medio y al país en general, escudándose en el fuero y en la complicidad que implica ser de la misma calaña. Y, en general, todas las pésimas decisiones que, lejos de engrandecer al país, lo van empobreciendo más y más”.


¿Y a qué le temes?

“A la violencia, en todas sus manifestaciones”.

¿Sigues siendo un ávido lector?

“No leo tanto como quisiera, pero sigo leyendo, aparte de guiones y técnicas de actuación, a Shakespeare, Calderón, Rulfo, Castañeda, Cervantes, Lope de Rueda, Sófocles, Molière... y de vez en cuando retomo La divina comedia”.


Respecto a la música, ¿cuál te gusta?

“Me gustan muchos cantantes, desde Pavarotti hasta Sabina, pasando por Serrat, Paco Ibáñez y Charles Aznavour, Atahualpa Yupanqui, ‘Bola de Nieve’, Louis Armstrong, Gardel, José José… Y cuando descubrí Youtube volví a escuchar a Leonard Cohen y los Rolling, lo mismo que a Zitarrosa... Violín, corno, cello, piano y mucho más… Me encantan Son de Madera, la Negra Graciana, Mono Blanco, la canción cardenche y la música de la Huasteca”.


¿Qué otro talento tienes para las artes, o cuál desearías desarrollar?

“Creo que intentaré escribir cuento, guión, poesía… en unos 20 años más. También intentaré esculpir y tallar en madera”.


Si pudieras elegir, ¿volverías a ser actor… o a qué te dedicarías?

“Sí volvería a ser actor. Si no lo fuera, creo que sería naturalista, animalero... Uno de mis sueños, porque los tengo, es poder alguna vez criar a diferentes animales, desde insectos comestibles hasta animales endémicos mexicanos en peligro de extinción: tlacuaches, armadillos, tortugas, erizos, salamandras y ajolotes, perdices, faisanes, iguanas, etc”.


Oye, Damián, ¿qué se siente ser una “estrella” de cine, tan famoso?

“No lo sé (ríe estrepitosamente). No puedo concebirme como una ‘estrella’ de cine. Soy un actor que quiere esforzarse por hacer bien su trabajo. Y parafraseando a un personaje de la película Lola, de María Novaro: ‘No soy famoso, ni lo quiero ser, porque los famosos se echan a perder’. Me gusta la vida y la disfruto lo más que puedo”.


¿Qué sientes cuando los fans te piden fotografías, autógrafos?

“Me siento querido. Y quiero abundar sobre esto: en la calle me han dicho las mejores cosas sobre mi persona, mi trabajo y convicciones. A la gente le debo absoluto respeto, y por eso elijo qué decirles con mi trabajo”.


¿Qué proyectos tienes para el futuro inmediato?

“Por lo pronto, el estreno de siete películas para este año: cuatro mexicanas: Bala mordida, De la infancia, Chicogrande y El infierno, y tres sudamericanas: Del amor y otros demonios, García y El último comandante. Estoy por hacer una audición para una película norteamericana; actualmente estoy filmando en Guadalajara la ópera prima de Kenya Márquez, Fecha de caducidad, y viajaré a Bolivia a mediados de este año para filmar allí Carga sellada”.


¿Te vamos a ver pronto en teatro, en televisión?

“No trabajo en teatro, primero, porque no vivo en la ciudad, y luego porque he tenido mucho trabajo en el cine en los últimos 10 años. Comencé en el teatro profesional en Xalapa, trabajé en el teatro mexicano durante ocho años y seguro que volveré al teatro en cuanto me sea posible. En televisión… difícilmente hay una producción que valga la pena. Me interesa decirle cosas inteligentes al público, y tal parece que la televisión se empeña en decir pendejadas, salvo honrosas excepciones…”. Damián participa actualmente en la serie Las Aparicio, de Epigmenio Ibarra y Argos, que transmite Cadenatres (Canal 28) de lunes a viernes a las 10 de la noche.


Por último, ¿cuáles de tus películas te gustan más?

“La ley de Herodes, Bajo California, Crónicas, Dos crímenes, Las vueltas del citrillo,Chicogrande y las últimas, que me quedan muy frescas, pero no he visto: El infierno y De la infancia”.



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Sergio Pitol presentará su autobiografía en la Editorial de la UV

Por Celia Álvarez



*Elizabeth Corral, Anamari Gomís, Luz Fernández de Alba, Martín Solares y Rodolfo Mendoza comentarán el libro más reciente del Premio Cervantes 2005

La Feria Permanente del Libro Universitario, sede de la Editorial de la Universidad Veracruzana (UV), ubicada en el número 9 de la calle Hidalgo, será el escenario de la presentación del libro intitulado Sergio Pitol. Una autobiografía soterrada (ampliaciones, rectificaciones y desacralizaciones), publicado por Editorial Almadía en su colección Mar Abierto, donde el Premio Cervantes 2005 delimita su horizonte actual mediante oscilaciones hacia el tiempo pretérito y examina todos aquellos recuerdos, viajes y personas que conformaron su estilo literario: el primer periplo en barco, la escala en La Habana que le deparó una noche alucinante; el influjo de la fiesta, su interés por ambientes e historias familiares, la escritura de sus novelas durante el extenso exilio europeo, su pasión por las zonas oscuras y los seres excéntricos.

El próximo jueves 3 de junio, a las 19:00 horas, acompañarán al renombrado escritor en la presentación de su autobiografía, cuatro expertos en materia literaria: Elizabeth Corral, Anamari Gomís, Luz Fernández de Alba y Martín Solares, y fungirá como moderador Rodolfo Mendoza Rosendo, coordinador de la colección Sergio Pitol Traductor, quienes comentarán el contenido de este volumen que revela en cuatro relatos y una conversación con Carlos Monsiváis los mecanismos internos de una obra plena de misterios —en la cual no es extraño que el autor se transforme en el protagonista de sus propias historias—, con el que Pitol cierra un ciclo conformado por el cuerpo de su creación al desentrañar las claves que tienen que ver con el Tríptico de Carnaval (El desfile del amor, Domar a la divina garza y La vida conyugal), el Tríptico de la Memoria (El arte de la fuga, El viaje y El mago de Viena), su corpus cuentístico y sus reflexiones como ensayista.

Se trata de un libro que el escritor y editor Agustín del Moral Tejeda, director general de la Editorial de la UV, describe como “imprevisto, pero inequívocamente con todo el sello de la casa Pitol, que redefine, amplía y libera el género de lo autobiográfico. Un libro difícil de etiquetar, con una gran cantidad de cosas en marcha y que, como viene sucediendo desde ese impecable parteaguas en su obra que fue El arte de la fuga, vuelve a sorprender gratamente, como ya sorprendieron sus más recientes títulos. Un mestizaje de formas, combinación de voces y de registros, escamoteo de identidades, ganas de parodiar, revelaciones sorpresivas, una especie de manifiesto o declaración de principios, un estimulante informe de lo que significa ser un hombre de letras en un siglo en transición”.

Las páginas de esta autobiografía soterrada suponen un viaje fascinante hacia la intimidad, que evidencia sensaciones tempranas, reminiscencias de la infancia, crisis decisivas, hechos y memorias que acicatearon la imaginación de uno de los más grandes autores universales de la época contemporánea. El libro inicia con la crónica de un viaje que Pitol emprendió para someterse a un tratamiento médico y en cuyo transcurso comenzó a recordar los acontecimientos que determinaron el desarrollo de su proceso creativo; en la segunda parte, revisando el material para sus Obras Reunidas, narra cómo se descubre, atónito, en lo creado; en la tercera, donde alterna relato y ensayo, comparte sus reflexiones acerca de las señales de su cuerpo narrativo, la construcción de los personajes y diálogos; el siguiente segmento habla del Ars Poetica del narrador, enumerando los autores y obras que enriquecieron su imaginación, y el libro finaliza con la definición de su objetivo como creador.

La invitación se hace extensiva a todo el público para que el jueves 3 de junio, a partir de las 19:00 horas, acompañe al Premio Cervantes 2005 en la Feria Permanente del Libro Universitario, ubicada en el número 9 de la calle Hidalgo, en pleno corazón xalapeño, durante la presentación de su nuevo libro, Sergio Pitol. Una autobiografía soterrada (ampliaciones, rectificaciones y desacralizaciones), publicado por Editorial Almadía. La entrada será libre.

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Política, letras y artes, en el número 12 de La Palabra y el Hombre

Por Celia Álvarez



Contenidos de extraordinaria calidad en materia de letras, artes, política e investigación es lo que ofrece al público lector el número 12 de La Palabra y el Hombre, revista representativa de la Universidad Veracruzana (UV) que en esta oportunidad ostenta en sus páginas centrales un dossier sobre José Luis Cuevas, integrado por una selección de piezas tempranas y recientes del reconocido pintor y escultor —quien visitará en julio próximo la capital de Veracruz, para exponer de nueva cuenta en la galería universitaria Ramón Alva de la Canal— y dos poemas en torno a su obra, uno de los cuales le dedicó el inmortal Octavio Paz y el otro escrito por su esposa Beatriz del Carmen Cuevas.

Otra gran figura del panorama cultural mexicano, el poeta José Emilio Pacheco, inaugura la sección Palabra Clara de este volumen, a través del texto donde José Luis Martínez Suárez explica los motivos por los que el jurado del Premio Miguel de Cervantes decidió concederle tan cotizado galardón en 2009; a continuación, otro prestigioso poeta, el xalapeño Jorge Lobillo, comparte unos versos cálidos y entrañables dedicados al recuerdo de su madre bajo el título En otro tiempo; enseguida, Celia del Palacio Montiel ofrece una reflexión en torno al arte de la novela histórica en el caso de la heroína insurgente Leona Vicario, y cierra este apartado el poeta Ángel José Fernández con un análisis de la poesía amorosa de José María Roa Bárcena.

Un par de poemas del papanteco Salvador Díaz Martínez y un relato de Manuel Fuentes Cucurachi ocupan el segmento Palabra Nueva, mientras que el de Artes incluye los artículos de Adriana Boggio-Harasymowicz y Juan Pascual Gay, quienes abordan la tradición e innovación en el arte colonial mexicano y la perturbadora presencia del maniquí en las vanguardias literarias y artísticas del “fin de siglo”, respectivamente. Por lo que atañe a la sección Estado y Sociedad, esta vez participan Alberto J. Olvera y José Blanco, quienes ahondan en temas fundamentales de la situación política actual mediante sendos comentarios críticos al célebre libro de Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda intitulado Un futuro para México, en tanto Gunther Dietz y Laura Mateos analizan las bases teóricas y los objetivos pedagógicos y sociales de una de las grandes innovaciones recientes de la máxima casa de estudios estatal: la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI).

El segmento Entre Libros incluye en esta ocasión los comentarios de Germán Martínez Aceves sobre el volumen Felipe Ángeles en la Revolución (Ediciones Era/Conaculta), que reúne excelentes ensayos compilados por Adolfo Gilly; Omar González examina el contenido del libro Gabriel García Márquez. Una vida, del británico Gerald Martin, editado por Debate y Random House Mondadori, con traducción de Eugenia Vázquez Nacarino; Gabriela Damián Miravete analiza los Cuentos reunidos de Amparo Dávila (Letras Mexicanas, FCE); Alfredo Pavón enumera los relatos de Roberto Bravo incluidos en El infierno es un horizonte abierto (IPN/Fundación René Avilés Fabila/ Poliedro El Búho); Jesús Guerrero habla sobre la labor realizada por Michéle Petit para comprender los procesos individuales y sociales de la lectura, mediante una reseña de su libro El arte de la lectura en tiempos de crisis (Col. Ágora, Océano-Travesía), traducido por Diana Luz Sánchez; Víctor Cabrera comparte sus impresiones sobre Aberraciones. El ocio de las formas (UNAM), de Silvia Eugenia Castillero, y la joven poeta Camila Krauss brinda un guiño a la obra de uno de los iconos de las letras nacionales, seleccionada por Antonio Deltoro en el volumen Octavio Paz. Un sol más vivo. Antología poética (Editorial Era).

En la parte final, el lector hallará una interesante Miscelánea que abarca un artículo de Francisco Reyes Palma sobre un veracruzano legendario, cuya obra recobra protagonismo gracias al libro biográfico Una visita a Marius de Zayas, perteneciente al acervo editorial de la UV; Ramiro Aguirre dedica su colaboración a otro destacado personaje del ámbito cultural cosmopolita, el poeta ruso Joseph Brodsky, a quien denomina “médium de la lengua”; Víctor Hugo Vásquez Rentería da un breve repaso a la literatura del recién desaparecido autor estadounidense J. D. Salinger, y el experto en materia cinematográfica Raciel Martínez Gómez vierte una incisiva crítica sobre la película Avatar, donde invita a considerar “los valores coloniales que desglosa el director James Cameron con aparente inocencia” en este taquillero filme.


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